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Solenoide.

Mircea Cărtărescu.

6° de mis #librosen2024. «Solenoide», escrito en 2015 por Mircea Cărtărescu y publicado en español en 2017 por Impedimenta.
Traducción de Marian Ochoa de Eribe.
1.636 #páginasleídasen2024.

«Solenoide» es el libro más importante de mi vida, el mejor de los que he leído, con el que más he disfrutado, el que más he subrayado, más me ha asombrado, y más me ha hecho admirar a un escritor. Es una obra maestra, una en un millón, y no creo que las vueltas que le de a la posibilidad de acercarme a lo qué en verdad es, me lleven a ninguna conclusión que se le acerque.

Pero lo voy a intentar.

«Solenoide» es una huida de Mircea Cărtărescu de un mundo limitado por la vigilia, los cinco sentidos y los «estúpidos prejuicios» de las tres dimensiones de la realidad; es un intento de fuga del protagonista —que es, y no, el propio Cărtărescu— de su cuerpo y de la vida, un juego con el infinito del laberinto borgiano, la mirada de Poe y el arte de H. R. Giger, un abuso literario lleno de referencias a mil aspectos del pensamiento y de la realidad, así como de llamadas al resto de su propia obra. Y todo ello sobrevolado por una especie de realismo mágico que, quizás, ni lo sea.

Pero es mucho más.

«Solenoide» es una oda a la tristeza del oscuro Bucarest soviético y a la pequeña grandiosidad de los piojos, los ácaros y los coleópteros, un tratado de relaciones humanas en una realidad doble: la real del día y la onírica de la noche, y una amalgama de personajes, lugares, situaciones e historias, que siempre, en algún momento, cobran sentido y vuelven a ser mostrados. Porque todo cabe en «Solenoide», porque «Solenoide» habla de todo. Y permitidme romper una lanza por las (buenas) novelas largas, porque si uno de estos ladrillos está escrito como «Solenoide», y las idas y venidas de estos elementos que se repiten tienen el sentido que les da Cărtărescu, por mí que dure mil páginas. Porque no cansa y no aburre; y alimenta, más que otras, el placer de la lectura. Se dice que toda historia se puede escribir en unas doscientas páginas, y yo digo que vale, pero hay unas pocas obras maestras, imprescindibles, divinas, que solo pueden ser contadas en ochocientas o mil páginas, porque el ingenio de determinados magos es un potro desbocado imposible de domar, una salvajada que las convierte en grandiosas, y únicas.


Dicho esto, habiendo pasado la última página de «Solenoide», me miro y me pregunto cómo seguir leyendo a otros autores, porque Cărtărescu, como ya hizo con «Nostalgia», escribe para mí, y ellos no. No sé cómo lo hace, pero, de verdad, me habla a mí y me cuenta cosas de mi propia biografía. Es asombroso lo que me pasa con este escritor, es increíble lo que me transmite, es mágico lo que escribe para mí, porque lo hace para mí, como si hubiésemos crecido juntos, él en Bucarest y yo en Madrid, él en los años setenta y yo en los ochenta, pero juntos, más allá de esas cuatro dimensiones de la realidad.

Cărtărescu es, sin duda, mi escritor, y está en activo, y le van a dar en Nobel. ¿No es estupendo?

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