Yo he querido ser de todo, y a todo lo que he querido ser le he dedicado tiempo, energía y esfuerzo. Y si bien, deseo tras deseo, intento tras intento y pasión tras pasión, me he dejado siempre un poco la piel convencido de, por fin, haber acertado en una ocupación, he ido pasando por todos esos todos sin lograr dominar ninguno como para convertirme en un experto.
Entre los catorce y los veintinueve quise ser músico, tenista y programador informático; luego, hasta los treinta y tres, fotógrafo artístico en el increíble espacio menosuno; más tarde me dio por la fotografía social y me hinché a hacer bodas; y después di vida a una revista cultural en la que escribía artículos y reseñas. Cuando el experimento dejó de funcionar presidí una asociación de fotógrafos y me formé para comisariar exposiciones; y ahora, por fin, y ya hasta hoy, escribo novelas y leo todo lo que puedo. Ese es mi todo de ahora, el que me empuja con pasión.
Mi trabajo, el que me llena la nevera, es como maestro de taller en un centro de rehabilitación laboral donde acompaño a personas con diagnóstico psiquiátrico en su camino hacia el empleo. Y llevo compaginándolo con mis deseos, intentos y pasiones desde noviembre de 2004, y siempre se han llevado bien. Por eso no me ha costado integrar la literatura, el último de mis intentos, en mi labor social y comunitaria, y desde hace unos años tenemos en mi centro de trabajo un proyecto de donación de libros llamado Manantial de libros que me tiene rodeado de aquellos libros que los ciudadanos de Parla nos donan. Por mis manos pasan muchas joyas (y muchas aberraciones), y hoy quiero destacar estas tres maravillas que ya son parte de mi biblioteca personal:
Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez.
En 2005 fue el IV centenario de la publicación del Quijote y la Asociación de Academias de la Lengua Española junto a Alfaguara publicó una edición especial que también llegó a mis manos gracias a las donaciones de Manantial de libros. Yo lo leí en 2021 y me pareció una maravilla. Dos años después, en 2007, y para celebrar los ochenta años de Gabriel García Márquez, los mismos actores publicaron esta edición conmemorativa de «Cien años de soledad» que deja a la que yo leí en 2023 en evidencia; esta es una maravilla y aquella está que se cae.
Narraciones completas, de Edgar Allan Poe.
Leí a Poe en mi época de lecturas agitadoras, cuando a finales de los años noventa y principios de los dos mil descubrí a Orwell, Huxley o Vonnegut. Qué buena edad —los 19 y 20 años— para empaparse de semejantes autores, cuando la personalidad del chaval se está asomando a la edad adulta. Leí entonces y más adelante muchos de los cuentos y la única novela de Poe, «Las aventuras de Gordon Pym» en esta maravillosa edición ilustrada por Luis Scafati de Libros del zorro rojo, y me convertí en admirador. Y ¿qué siente el admirador de un escritor cuando se encuentra con una reunión de toda su obra en un solo volumen de 1968, con prólogo de Charles Baudelaire y traducción de Gómez de la Serna? Pues, veréis, la respuesta me la guardo para mí.
Introducción a la literatura, de Andrés Amorós.
Este libro apareció de la nada, como todos, enterrado entre otros cientos, y el título y la editorial me llamaron la atención, así que comencé a leer el prólogo y las primeras páginas, y se despertó mi interés. No conocía a Andrés Amorós, y ahora que he investigado sobre él, lo siento (así, por encima) en mis antípodas ideológicas, pero eso no tiene nada que ver con la curiosidad que me ha despertado este ensayo sobre la literatura publicado en 1980 así que, antes o después del cerro de lecturas pendientes que me come, lo leeré.