Franz Kafka.

14º de mis #librosen2025. «La metamorfosis», escrito en 1912 por Franz Kafka y publicado en 1915 gracias a su amigo Max Brod que no atendió a la demanda del autor de quemar todos sus escritos tras su muerte. Esta es una edición de 2004, el primer año de vida de la maravillosa editorial Libros del Zorro Rojo, y está ilustrada por Luis Scafati.
3.206 #páginasleídasen 2025.
Leí este libro por primera vez en 1994. Yo contaba con dieciocho años y mi vida —y mis lecturas— se encontraban en un momento de vorágine fascinante (algo inestable, quizás, y qué maravilla fue aquello). Identifico la época como la de mis lecturas agitadoras porque, junto a Kafka, descubrí a Orwell, Huxley, Bradbury o Poe. Hoy, en 2025 y acercándome a los cuarenta y nueve años, vuelvo a leer esta joya universal porque es uno de esos libros a los que una sola lectura no les hace justicia. Además, ni yo ni lo que leo somos los mismos, y hoy, que vivo una época de lecturas trascendentales bajo la influencia de mi casi medio siglo de vida y de todo lo que he leído y aprendido de los que saben mucho más que yo, la he disfrutado desde una perspectiva nueva.
Antes de leer «La metamorfosis» por primera vez, habían pasado por mis ojos treinta y cinco libros; ahora, trescientos setenta y dos. Y eso influye. Antes, me quedé en la extrañeza de que Gregor Samsa se encontrara en la cama transformado en un insecto monstruoso; ahora he podido profundizar en lo que Kafka quizás quiso decir. Porque cada uno de esos casi cuatrocientos libros me han hecho mejor lector, y porque influyentes como José Carlos Rodrigo Breto o Jesús G. Maestro me han enseñado que un libro se puede leer, sin más, pero también se puede interpretar, y la experiencia, ahí, es más enriquecedora.
¿Cueces o enriqueces? ¿Lees o interpretas?
«La Metamorfosis» es un libro, como dice Juan José Millás en su prólogo a la edición de Nórdica Libros de 2022, al que no hay forma de verle las costuras, y lo dice, precisamente, por esto de haberlo leído varias veces y en diferentes épocas. Es, dice, como la vida, porque cuando uno levanta el último velo no hay nada detrás. Nada. Esto puede ser cierto, pero yo creo que se queda corto, porque detrás de ese velo —y de ese penoso insecto— hay tanta crítica: a la pérdida de la identidad, a la indiferencia, al aislamiento, al utilitarismo de las relaciones familiares, la explotación laboral, el sinsentido de la vida, la deshumanización, la alienación… Hay una, incluso, al auge del nazismo que culminó quince años más tarde. Y ninguna de ellas se ve a simple vista. Yo, aquí, sí coincido con Juan José Millás, y me pregunto: ¿cómo lo ha hecho?
Para terminar, no quiero dejar de nombrar la ternura que me produce Gregor Samsa, con sus patitas pegajosas, que deja las puertas abiertas de su habitación y ya nadie entra, y no dejo de pensar en esa habitación, y en él desapareciendo poco a poco en su interior. Yo he estado (Juan José Millás también) en esa habitación, y no me la quito de la cabeza. Ni a él, ni a nada de lo que ocurre en esta obra maestra.
Entrad, por favor. Leed —y releed— «La metamorfosis» de Kafka. Son muy poquitas páginas y os acompañarán el resto de vuestras vidas.