Hélène Cixous.

10°, 11° y 12º de mis #librosen2025. «La llegada a la escritura» y «La risa de la medusa», escritos en 1977 y 1975 por Hélène Cixous, y publicados en español en 2023 por Amorrurtu Editores, y en 1995 por Anthropos.
2.945 #páginasleídasen 2025.
Me enfrenté —y me encantó— a un nuevo amor a primera vista. Fue conocer que la Fundación Formentor había decidido entregar el Premio Formentor de las Letras 2025 a la escritora francesa Hélène Cixous (una desconocida para mí), y dejar todo para hacerme con algún libro suyo. Este premio cuenta con mi respeto desde hace un tiempo; lo han ganado plumas como Krasznahorkai, Ernaux, Cărtărescu o Borges, autores del más alto nivel filosófico y literario. Así que corrí al portal del lector de la Comunidad de Madrid, encontré estos dos pequeños ensayos en mi querida biblioteca Gloria Fuertes, de Parla, la que más cerca me queda del trabajo, y ya puedo decir que me gusta cómo escribe piensa esta mujer.
«La llegada a la escritura» y «La risa de la medusa» son parte de un viaje en el tiempo a un pasado revolucionado y genial en el que escribir siendo mujer y nacida en Argelia era un atrevimiento. Todo en mí se complotaba para vedarme la escritura: la Historia, mi historia, mi origen, mi género, dice la propia autora, influyente durante décadas en el ámbito del postmodernismo y la crítica feminista francesa. Y rompedora ella, fue más allá, con un discurso feminista, pero también anticolonial, antifascista, antiimperialista y antirracista, (en esto me ha recordado a Angela Davis) en contra de los que se inventan al otro para odiarlo, para destruirlo; todos iguales, sin pararse a pensar —porque no les da— en que lo que desprecian: el género, el color de la piel o la ideología, es la base de la riqueza humana.
Me ha gustado más «La llegada a la escritura», de hecho me lo he leído dos veces seguidas, porque «la risa de la medusa» es más complejo, con una escritura casi automática, sin pensar, sin censurar, sin juzgar, de seguido, y entrando en unos fregados mitológicos (griegos y amazónicos) poco accesibles, queriendo ser Juana de Arco y no pudiendo porque no fue judía, o dándole vueltas a la ambigüedad sexual (como la suya) de Aquiles. No es fácil de leer, la verdad.
En ambos libros hay una defensa de la diversidad que denuncia el funcionamiento de la mujer en el discurso del hombre, y que llama al diálogo con ese en, para darle la vuelta y hacerlo suyo. Y todo ello en la década de los años 70 del siglo pasado. Valiente, ella.
En ambos libros se repiten conceptos como Clarice (ama a Clarice Lispector), el rostro o el soplo, así como el uso de la simbología y la polisemia de las palabras, haciéndome rabiar por no poderla leer en francés y asomándome a alguna duda (infundada, seguro) en torno a la traducción.
Así las cosas, y como suelo decir, bienvenida a mi vida, Hélène Cixous, de aquí ya no te vas.