Stefan Zweig.
3°, 4° y 5° de mis #librosen2024. «Carta de una desconocida», «Veinticuatro horas en la vida de una mujer» y «Clarissa», escritos en 1922, 1927 y en una fecha indeterminada por Stefan Zweig, y publicados por @acantiladoeditorial en 2002, 2000 y 2017.
Traducciones de Berta Conill, María Daniela Landa y Marina Bornas Montaña.
842 #páginasleídasen2024.
Leí por primera vez a Stefan Zweig hace justo un año. Fueron sus memorias, publicadas en 1942, unos meses después de su suicidio, y me pareció un escritor extraordinario. Hoy vuelvo a sus manos con estas tres novelitas, y ellas me confirman lo que ya sabía: que lo es, que es extraordinario.
Diré que son fruto de su época, y que han envejecido mal con respecto a la igualdad entre hombres y mujeres, pero es que a Zweig yo no le pido que envejezca —ni bien ni mal— ochenta años después. También diré que los temas que trata son universales y eso le hace a él universal, porque escribir como lo hacía Zweig estaba al alcance de muy pocos un siglo atrás, y que ahora escribimos cualquiera, sí, pero ya os digo que dentro de cien años se leerá a cuatro de los miles que nos atrevemos a hacerlo. Cuatro Zweigs, cuatro escritores extraordinarios.
Porque Zweig habla de «la gente pequeña» y la dibuja con maestría, porque trata sentimientos (de tres mujeres, en esta ocasión) con una profundidad maravillosa, porque muestra la sociedad de aquellos años desde diferentes puntos de vista y eso enriquece la narración, y porque todo lo que escribe es una declaración de intenciones filosóficas que nos hace pequeños —gente pequeña— ante el mundo, el universo, la existencia. Y eso es extraordinario, como él, como su prosa, como sus ideas; como su visión de la vida, su pacifismo y su discurso antinacionalista y proeuropeista. Y esto, a la luz de los años que nos está tocando vivir, no ha envejecido mal.
De las tres me quedo, sin duda, con Clarissa, porque, pesa a estar inacabada, cuenta una historia (no me quiero repetir, no me quiero repetir) extraordinaria. Fan de Zweig. Sí, soy.