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Theodoros.

Mircea Cărtărescu.

21° de mis #librosen2024. «Theodoros», escrito en 2022 por Mircea Cărtărescu y publicado en 2024 por Impedimenta.
Traducción de Marian Ochoa de Eribe.
5.452 #páginasleídasen2024.

Llevo todo 2024 gritando que Mircea Cărtărescu es mi escritor favorito, porque desde que leí «Nostalgia» hace un par de años y, sobre todo, «Solenoide» el pasado mes de abril, es así como lo siento; por lo que escribe y cómo lo escribe, por lo que imagina y cómo lo transmite, y porque no he leído, de verdad, a nadie mejor que él. Por eso ansiaba atacar a «Theodoros», su última novela, y ahora que la he terminado, tengo que decir que no estaba escrita para mí.

«Theodoros», la novela total que ha encumbrado al astro rumano a lo más alto del olimpo literario, y que lo está llevando de gira por toda Europa, no me ha golpeado como el resto de su obra. Y es que, obstinado en seguir escribiendo literatura de otro mundo, en esta ocasión Cărtărescu se ha pasado de la raya. Ha puesto tanto empeño en escribir un libro único, que el abuso que ha ejercido con esta historia tan ambiciosa, salvaje y compleja, me ha dejado fuera. No digo que no sea bueno —jamás me atrevería, porque sé que Cărtărescu es un escritor extraordinario y está creando una obra única— pero a mí se me ha escapado. Mis pies (y mi capacidad) están en este mundo, y no en el otro al que asciende el escritor rumano con tanta facilidad. Dicho esto, sí me gustaría hacer un pequeño análisis exiguo, insuficiente y pobre de esta obra (porque uno a su altura solo está al alcance de los ensayos de José Carlos Rodrigo)

Según el propio autor, «Theodoros» no es sólo una novela, es un mundo entero; y es verdad. Es una «historia falsa, ficticia, mítica y arquetípica» (esto también lo ha dicho él, y es que lo necesito para que me ayude a describir esta sobrada literaria) Es la historia de un personaje del siglo XIX que, lleno de rabia, hace el mal en tres mundos que se entrecruzan: Valaquia, el Archipiélago griego y Etiopía. Es un personaje frustrado por no conseguir lo que busca en el amor, un egoísta malvado y caprichoso, y alguien con quien no he podido conectar.

Con lo que sí he conectado es con la infinidad de resonancias que siempre encuentro en los libros de Cărtărescu: he visto a Cervantes y Galdós, a la Biblia y Las mil y una noches, a Star Wars e Indiana Jones pasando por El señor de los anillos… También he conectado con las muchas idas de olla increíbles como las que pueblan sus otros libros, y esto ha conseguido que no me desenganche, porque esperaba con ansia la siguiente de sus locuras. Y, sobre todo, he conectado con unos narradores en segunda persona, arcángeles del juicio final (al que el escritor rumano pone fecha) que se dirigen directamente a Theodoros, y que me han hecho entender que son él, Cărtărescu, y que yo, el lector, soy Dios… ¿No es increíble? ¿No es una voladura de cabeza? Pues así es él, y por eso lo sigo amando.

Pero repito que la historia me ha dejado fuera, y me duele. Tengo la impresión de que Cărtărescu ha querido dotar al libro de una pátina mística, y transformarlo en la Sagrada Escritura de una religión polifacética en la que caben muchas de las que ya existen. Y ha querido convertirlo en un clásico sin esperar el tiempo que un gran libro necesita para convertirse en clásico, y eso, a día de hoy —a mi modo de ver— está fuera de lugar.

Así las cosas, echo de menos Bucarest (aunque aparece), echo de menos la oscuridad del comunismo de los ochenta (vale, los escritores tienen que evolucionar), echo de menos el mundo onírico, y echo de menos (aunque también aparecen) los viajes de lo infinitamente grande a lo extremadamente pequeño, de las estrellas a los ácaros. En definitiva, lo echo de menos a él, a Cărtărescu, a pesar de que su sello está ahí, en infinidad de brillantes destellos que me han hecho disfrutar mucho. Pero el conjunto, la sensación final, ha sido decepcionante. Por todo ello, afirmo (y aquí me meto en parte del problema, claro) que «Theodoros» es, a mis ojos, una obra inabarcable que no ha sido escrita para mí.