Mario Vargas Llosa
22° de mis #librosen2025. «La ciudad y los perros», escrito en 1962 por Mario Vargas Llosa y publicado en 2012 en esta edición conmemorativa de la RAE y Alfaguara.
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A finales de 2017 leí por primera vez a Vargas Llosa, fue «La guerra del fin del mundo», y se convirtió en uno de mis libros favoritos (y, junto a «Claus y Lucas», en uno de los más duros) Hoy vuelvo al escritor peruano con este estreno literario, que me corrobora que —al menos en sus primeros trabajos— la alta literatura es absoluta. Mis prescriptores afirman que el paso de los años en su obra fue derivando en una pérdida total de calidad, pero yo no tengo ni tiempo ni ganas de comprobarlo, así que, en su momento, seguiré con «Conversación en la catedral», otra de sus llamadas obras maestras, y ya veremos si más adelante voy a por las demás.
«La ciudad y los perros» es una novela coral extraordinaria. La historia, en torno a un colegio militar, disecciona la crisis de la masculinidad hegemónica que, en los años sesenta del siglo XX, aplastaba a una sociedad en la que no ser un chico machista, violento y problemático era no destacar en nada, ni siquiera en el grupo de tus amiguetes más cercanos. Y lo hace con una construcción formal compleja en la que los cambios de tiempo y narrador, y la estructura desordenada te llevan de arriba abajo y de izquierda a derecha sin que te pierdas en ningún momento. Es alta literatura, y en una primera novela. Es una obra maestra.
En todo el relato —al que, desde mi punto de vista, le sobran un par capítulos de los narrados en primera persona— hay un estudio del honor maravilloso; un honor raro, violento, desconcertante; una masculinidad irracional llena de lealtades y venganzas con visos, por supuesto, de no terminar bien. Es el inicio de un estilo inconfundible que llevó al ya fallecido Vargas Llosa a lo más alto del olimpo de los mejores escritores del último siglo. Y lo hizo, doy fe, cargado de razones.
Un par de apuntes finales:
- Los artículos de antes y (sobre todo) de después de esta edición conmemorativa son muy interesantes.
- El epílogo es maravilloso y las escuelas de escritura deberían enseñarlo como ejemplo de epílogo. Son 16 páginas fantásticas.
Y un par de preguntas:
- ¿Quién mató al esclavo?
- El esclavo y el poeta ¿se amaban?