Ernesto Sábato.
11° de mis #librosen2024. «Informe sobre ciegos», escrito en 1961 (como parte de una obra más extensa llamada «Sobre héroes y tumbas») por Ernesto Sábato, ilustrado por Luis Scafati, y publicado por Libros del zorro rojo en esta edición de 2013.
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El 7 de junio de 2015 me acerqué, como cada año, a la caseta de Libros del Zorro Rojo de la Feria del Libro de Madrid y, aparte de los libros que siempre llevo pensados, le pedí al librero una recomendación. Fue este. Y hasta hoy, nueve años después, no lo he leído. Esto me lleva a la defensa del hecho de comprar libros sin más, a responder a aquellos que nos dicen a los chalados que para qué compramos algo que luego no vamos a leer. Mi respuesta es que sí lo vamos a leer, antes o después, tarde o temprano, nueve o diecinueve años después. Porque si un libro merece la pena, ¿qué importa cuándo lo leas?
«Informe sobre ciegos» es una obra de su tiempo; quizás, incluso, de un poco antes porque bebe de los grandes clásicos en primera persona de finales del siglo XIX y principios del XX como Poe, Conan Doyle o Lovecraft… Pero, sí, es de su tiempo, y está llena de intrigas, espionaje, conflictos internacionales y secretos; todo muy de los años sesenta. Detrás de eso que la completa, «Informe sobre ciegos» es una mirada a la mente de un loco, un viaje en busca del sentido de la vida, así como una huida infructuosa de la propia fatalidad del protagonista, Fernando Vidal Olmos, que bien es señalada al inicio de la novela: «¿Cuándo empezó esto que ahora va a terminar con mi asesinato?» Vidal Olmos piensa que los ciegos son una secta criminal que domina la vida (¿de dónde sacaste este argumento Sábato?), y los persigue por el submundo de Buenos Aires, mientras escribe sus averiguaciones en este informe para que sea leído cuando él ya no esté. Sus capítulos, cortos y llenos de fantasía, y las ilustraciones de Luis Scafati agilizan una lectura que me ha gustado, pese a rebosar varios comentarios contra las mujeres que no han envejecido nada bien.
En definitiva, Sábato (o Sabato, en italiano, sin tilde, como él mismo se escribía) me ha entretenido, si bien, por la segunda mitad de la narración ha sobrevolado un miedo creciente a que no ocurriese algo más. Pero no diré nada, porque nada más quiero desvelar. Solo os invito a que leáis a uno de los más grandes escritores argentinos del siglo XX.